Al conmemorarse el LXIII aniversario del voto femenino en México, la senadora Marcela Torres Peimbert señaló que la pugna por la igualdad de género no terminará hasta que se logre establecer un “piso parejo” entre hombres y mujeres, para poder competir en igualdad de condiciones en todos los espacios donde se toman decisiones.

“Las mujeres seguimos buscando incidir más, incidir de mejor manera en las leyes, en las políticas públicas, en la impartición de justicia y, en general, en las decisiones que se toman y que realmente influyen en nuestra sociedad”, indicó.

Al exponer el posicionamiento del grupo parlamentario del PAN, aseguró que mujeres y hombres, juntos, deben construir una sociedad más justa, una sociedad paritaria, “no más, pero tampoco menos”.

“La falta de paridad es cosa seria, porque la desigualdad institucionalizada tiene un nombre: violencia, para limitar nuestros derechos y para no reconocer nuestras capacidades; construyamos juntos, mujeres y hombres, una sociedad más justa, vamos por una sociedad paritaria, no más, tampoco menos”, reiteró en tribuna.

La legisladora por Querétaro sostuvo que las mujeres constituyen “la mitad de la sociedad del mundo; 52 por ciento en el caso de la sociedad mexicana; la mitad de las inteligencias del mundo; la mitad de las voluntades”.

Torres Peimbert lamentó que en algunas instituciones del país no exista paridad de género.

Precisó que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), de 11 integrantes, sólo 2 son mujeres; en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), de 7 integrantes, una mujer; en el Poder Ejecutivo federal, de 17 secretarios de Estado, dos mujeres, y en el Senado, de 128 legisladores, 46.

Apuntó que la igualdad, “si es en serio, debe de ser un principio que permee a todo el sistema, a toda nuestra sociedad”.

 

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18 de octubre de 2016

 

Versión de la intervención de la senadora Marcela Torres Peimbert, al presentar el posicionamiento del Grupo Parlamentario del PAN respecto a la conmemoración del LXIII aniversario del voto femenino en México

Muchas gracias, Presidenta.

Qué linda se ve nuestra Mesa, así, con puras mujeres.

Las mujeres constituimos la mitad de la sociedad del mundo entero, 52 por ciento en el caso de la sociedad mexicana. La mitad de las inteligencias del mundo; la mitad de las voluntades, por eso queremos que nuestros países sean justos, nuestros países y nuestras sociedades deben ser paritarias para realmente ser justos con las sociedades del mundo. Mitad y mitad; no más, tampoco menos.

Ayer celebramos un día muy especial y el día de hoy aquí en el Senado, porque después de una larga y difícil lucha que aún no ha terminado, hace 63 años por fin se nos reconocieron los derechos políticos, pudimos votar y ser votadas.

Hace apenas unas décadas, tras la Revolución Mexicana se consideraba que la mujer debía concentrar su atención únicamente en la familia, que como popularmente se decía, el lugar de las mujeres está en su casa y por tanto no debíamos participar en asuntos políticos.

El pensamiento que permeaba entonces en nuestra sociedad confirió a muchas mujeres al arraigo exclusivo de sus hogares, donde el talento, la visión, el compromiso, los valores de muchas mexicanas valiosas se perdió con el tiempo, colocándonos en una situación de desventaja frente a los varones. Quién sabe cuántas Rosarios Marín, Josefinas Vázquez Mota, Ángeles Mastretta, Alondra de la Parra, Blancas Magracis y tantas otras mujeres mexicanas exitosas se han perdido en este camino por no tener la oportunidad de demostrar que las mujeres tenemos mucho que dar a las sociedades del mundo.

Al momento de redactar el artículo 34 de la Constitución del 17, que se refería precisamente al ejercicio de la ciudadanía los constituyentes nos negaron la calidad de ciudadanas y, por tanto, el derecho a ejercer nuestros derechos, por qué, porque lo redactaron con “o”, lo redactaran en masculino, traicionando con esto uno de los principales puntos del Plan de Guadalupe, que establecía que se debían asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos y la igualdad ante la ley.

A pesar de esto, una mujer, Hermila Galindo Acosta, se postuló como candidata a diputada en 1918, argumentando que la disposición constitucional aunque estuviera con “o” debía interpretarse en forma genérica, pero a pesar de que ganó la elección, qué creen, el Colegio Electoral no le reconoció el triunfo. No sé si les suena algo aquí a las que tengo aquí atrás.

Tuvieron que pasar cinco años para que en un estado, el de Yucatán, se nos reconociera el derecho a participar en las elecciones, porque por tal motivo en 1923 resultaron electas tres diputadas que tuvieron que dejar sus cargos tras el asesinato del gobernador Felipe Carrillo Puerto. Un año después, se otorgó también el voto a la mujer en San Luis Potosí, pero al poco tiempo también se dio marcha atrás.

No fue sino hasta 1937 cuando el presidente Lázaro Cárdenas presentó una iniciativa reconociendo la igualdad entre hombres y mujeres, pero qué creen, sin embargo, a pesar de que se aprobó tanto en el Congreso federal como en los congresos locales, por tratarse de una reforma constitucional tampoco funcionó y se mandó a la congeladora legislativa y no se promulgó nunca, evidenciándose así las tremendas resistencias que hemos tenido que vencer para poder compartir algo tan ansiado: el poder, el poder de decidir, el poder de influir, el poder construir juntos una mejor sociedad.

Hasta antes de 1953, la batalla era diferente, las mujeres buscábamos el reconocimiento de nuestro derecho a votar y ser votadas; hoy, 63 años después, esta lucha no ha terminado, sólo se ha modificado.

Las mujeres seguimos buscando incidir más, incidir de mejor manera en las leyes, en las políticas públicas, en la impartición de justicia y, en general, en las decisiones que se toman y que realmente influyen en nuestra sociedad.

Debemos tener claro que la pugna por la igualdad de género no terminará hasta que no logremos establecer algo muy sencillo: el piso parejo para poder competir en igualdad de condiciones en todos los espacios donde se toman decisiones.

Entre discursos, cifras y avances en el tema de la paridad, a veces olvidamos echar un ojito a nuestra realidad; hablemos de nuestras instituciones, señoras:

Suprema Corte de Justicia de la Nación, 11 integrantes, 2 mujeres, ministra Norma Piña Hernández y ministra Margarita Luna Ramos, 9 hombres, necesitamos por lo menos 2 mujeres más para hablar de paridad en la Corte.

Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: 7 integrantes, una sola mujer, María del Carmen Alanís Figueroa; necesitamos por lo menos 2 mujeres más para hablar de paridad en ese Tribunal.

Ejecutivo federal: actualmente 17 secretarios de Estado, 2 mujeres, Claudia Ruiz Massieu y Rosario Robles, 15 hombres, faltan por lo menos 5 mujeres más en el gabinete actual presidencial para poder hablar de paridad.

Esta Cámara de Senadores: 128 legisladores, 46 mujeres, 82 hombres, nos faltan por lo menos 18 legisladoras para poder hablar de paridad en este Senado.

Las cifras no mienten, buscan igualdad y sin acciones afirmativas, que son necesarias y temporales, es como hablar de democracia sin sufragio, es imposible.

En la víspera del siglo XXI, tras 63 años del voto de la mujer todavía no nos salen las cuentas. En el Congreso apenas hemos avanzado, esto gracias a la recién aprobada modificación al artículo 41 de la Constitución, pero en los demás órganos del Estado democrático constitucional no.

Las cifras del día de hoy contrastan con los discursos, por mucho los logros son menos a los retos, la paridad en las instituciones todavía no es una realidad. Pregunto: ¿será por falta de recursos humanos?, ¿es decir que no hay perfiles femeninos para ser ministras, magistradas, diputadas, senadoras, alcaldesas, secretarias de Estado, siendo las mujeres más de la mitad de nuestra sociedad?, claro que no, claro que hay perfiles, ¿qué falta?, oportunidades, solamente oportunidades.

Los hombres aún creen que la igualdad, la paridad de género y las acciones afirmativas son una concesión graciosa que se nos puede regatear; no, señores, es sólo justicia. La igualdad, si es en serio, debe de ser un principio que permee a todo nuestro sistema, a toda nuestra sociedad.

La falta de paridad es cosa seria, porque la desigualdad institucionalizada tiene un nombre: violencia, para limitar nuestros derechos y para no reconocer nuestras capacidades.

Construyamos juntos, mujeres y hombres, una sociedad más justa, vamos por una sociedad paritaria, no más, tampoco menos.

Muchas gracias.

 

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