Discurso del senador Roberto Albores Gleason, presidente de la Comisión de la Medalla Belisario Domínguez, durante la Sesión Solemne de entrega de la Medalla de Honor al doctor Alberto Baillères González.

DISCURSO DEL SENADOR ROBERTO ALBORES GLEASON, PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE LA MEDALLA BELISARIO DOMÍNGUEZ, DURANTE LA SESIÓN SOLEMNE DE ENTREGA DE LA MEDALLA DE HONOR AL DOCTOR ALBERTO BAILLÈRES GONZÁLEZ.

Casona de Xicoténcatl, jueves 12 de noviembre de 2015.

El 7 de octubre de 1913, el Senador Belisario Domínguez fue ultimado en el panteón de Xoco. La avaricia de poder de Victoriano Huerta, y el temor de la Representación Nacional para oponerse a éste, condujeron al Senador a realizar el máximo sacrificio por la Patria: la ofrenda de la vida en defensa de la libertad.

La brutalidad, parafraseando al Maestro Ernesto de la Peña, “apagó el torrente de su sangre y detuvo el perfil que lo animaba”. Pero fueron las ideas y acciones de Don Belisario las que despertaron la conciencia nacional: el compromiso y destino impostergable hacia la construcción de un México más próspero, libre y justo.

Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto;

Senador Roberto Gil Zuarth, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores;

Ministro Luis María Aguilar Morales, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación;

Diputado Jesús Zambrano Grijalva, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados;

Señor Gobernador Constitucional del Estado de Chiapas, Manuel Velasco Coello;

Señor Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa;

Distinguidos Señores Secretarios de Estado;

Doctor Alberto Baillères González;

Compañeras y Compañeros Senadores;

Señoras y señores:

En el Poema número 20 de Neruda se lee: “La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.” Hoy, a 102 años del artero asesinato de Don Belisario Domínguez, definitivamente México y el mundo no son los mismos.

A un siglo de distancia, no podemos dejar de sorprendernos que nuestro país y el mundo hayan vivido transformaciones profundas. Es asombroso, por ejemplo, el “milagro económico” que han experimentado algunos países, que con una mezcla inteligente y pragmática de incentivos de mercado y del Estado, emprendedurismo y capital humano, hicieron lo que se antojaba imposible: lograron un crecimiento fuera de serie, disminuyeron radicalmente la pobreza, mejoraron de forma impresionante las oportunidades y la calidad de vida de su gente y consolidaron su democracia.

Relata el economista Ha Joong Chang:

“Corea del Sur, uno de los países más pobres del mundo, era el país de los lamentos en el que nací el 7 de octubre de 1963. Hoy, soy un ciudadano de uno de los países más prósperos. A lo largo de mi vida, el ingreso per cápita de Corea ha crecido algo así como 14 veces. A Reino Unido le tomó 2 siglos y a Estados Unidos siglo y medio para alcanzar el mismo resultado”, cierro cita.

A un siglo de distancia, no podemos dejar de sorprendernos -a decir de Ken Robinson que “lo que distingue a la época actual son el ritmo y la escala del cambio… [cuyas] dos grandes fuerzas impulsoras son la innovación tecnológica y el crecimiento de la población”.

En el 2030 seremos 8,400 millones de habitantes en el mundo. En este devenir, países y regiones tienen prisa para dinamizar su economía. Por ejemplo, para el 2018, China tendrá la industria de la construcción más grande en el mundo y en los próximos 10 años Rusia estará invirtiendo mil billones de dólares en infraestructura carretera, ferroviaria y aeroportuaria.

En otras palabras, en casi todos los frentes, el ritmo del cambio se ha ido haciendo cada vez más frenético. Pensemos en el avance tecnológico. No nos creerían las nuevas generaciones, que tienen, desde el nacimiento, una nueva necesidad: la de estar “always on” o siempre conectado, que hace menos de dos décadas, el Internet era todavía una novedad. No había teléfonos inteligentes ni existían las redes sociales. O como diría Joaquín Sabina en su versión en vivo de 19 días y 500 noches: “Cuando yo escribí esta canción no existía ni Facebook, ni Twitter, ni hashtag, ni aquella que los parió”.

Cuanto más complejo se hace el mundo, más creativos debemos ser para afrontar sus retos. Las consecuencias de la falta de creatividad pueden ser graves. Lo más probable es que las organizaciones que permanezcan inmóviles, atascadas a las viejas costumbres sean barridas por los innovadores.

Señoras y señores;

Ciertamente a un siglo del asesinato de Don Belisario Domínguez, “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Sin embargo, los mexicanos mantenemos inquebrantable el anhelo de seguir construyendo y con mayor velocidad, un país más libre, más justo y más próspero, con mayores oportunidades y menor desigualdad.

Y en este sentido, el legado de nuestro héroe trágico no sólo está vigente sino marcado en lo más hondo de nuestra conciencia; por ello, no es casualidad que la Medalla Belisario Domínguez, sea la distinción más alta de la República que honra a mexicanas y mexicanos sobresalientes que han contribuido al fortalecimiento del México contemporáneo desde diversos ámbitos.

En consecuencia, es motivo de orgullo para este Senado que en la edición 2015, el galardonado de la Medalla Belisario Domínguez sea el Ciudadano Alberto Baillères González: un mexicano ejemplar que desde su trinchera, el sector privado, ha trabajado incansablemente por una nación más próspera y competitiva.

De nuestro homenajeado podemos destacar: su espíritu emprendedor, su sentido de responsabilidad social y su profundo amor a México le fueron inculcados por su señor padre, Don Raúl Baillères Chávez, quien fuera un extraordinario emprendedor que empezó con casi nada y, a su muerte en 1967, había legado un grupo de empresas sumamente exitosas, además del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Economista graduado en 1957 con Mención Honorífica, Don Alberto inició su carrera profesional en el Banco de Comercio, ingresó a la Cervecería Moctezuma como vendedor y posteriormente fue Director de Palacio de Hierro y de la compañía cervecera. Diez años después, tras el fallecimiento de su señor padre y con apenas 30 años, el joven Alberto asumió con decisión y arrojo la Presidencia del grupo empresarial.
Don Alberto recuerda: “Me volví casi invisible para mis amigos y para la sociedad, porque me di cuenta que necesitaba toda mi energía para estar con mi familia y dirigir la empresa. Casi no hubo tiempo para otra cosa”.
Parafraseando a Francisco Calderón, Don Alberto –“estratega de amplia visión, con una estricta honestidad personal y exigente en el cumplimiento de la disciplina del trabajo”– vendió empresas –como la Cervecería Moctezuma y Peñafiel–, fusionó otras –como es el caso de la aseguradora GNP– y concentró esfuerzos en sus áreas prioritarias de negocio.

Industrias Peñoles, la convirtió en una de las principales productoras de minerales en América Latina, así como una de las empresas líderes exportadoras e introductoras de divisas al país.

Sus propias palabras reflejan su visión empresarial:
“En los momentos de auge, hay que tener serenidad para evitar embelesarse con la efervescencia de la prosperidad; y en los declives, paciencia para superar los mayores obstáculos”.

En retrospectiva, Alberto Baillères recibió un grupo de empresas que generaban 12,000 empleos formales. Hoy, a casi 50 años de distancia, en un entorno de responsabilidad social y competencia económica, su grupo es ejemplo de dinamismo y orgullo de nuestro país, el cual genera más de 50,000 empleos de calidad y beneficia a más de 150 mil mexicanos de forma directa.

Sumado a las cualidades descritas, también hay que reconocerle su gran contribución a la educación, la cultura y la filantropía. Su liderazgo ha sido decisivo para la consolidación de la “Fundación Mexicana para la Salud” y de la “Fundación para las Letras Mexicanas”.

Especial mención habrá que hacerle a Don Alberto por su decidido impulso al ITAM; hoy en día es una de las mejores universidades de América Latina, semillero de destacados profesionistas que tienen un alto compromiso social y que le aportan a México desde los ámbitos público, social y privado.
En palabras de Carlos De la Isla y Javier Beristain:

“(…) Don Alberto Baillères no sólo heredó de su señor Padre su compromiso con México, sino que acrecentó su entusiasmo por la educación, [por considerar que ésta es la respuesta imperiosa para atender los graves problemas de México] (...)”

Por ello ha impulsado “una universidad multidisciplinaria, plural y diversa; que hace investigación sin descuidar la formación integral de sus alumnos –esa formación a la que invita Ortega y Gasset (…)”

Por ello también, no es casualidad, que el ITAM es la institución privada en el país que más becas y apoyos financieros otorga a sus alumnos.
Finalmente, a Alberto Baillères hay que reconocerle su incesante aportación de ideas y propuestas concretas para un mejor país, como lo es el decálogo que esboza en su libro “Visión de País: de la pobreza a la prosperidad para todos”, en coautoría con el Doctor Arturo Fernández. Para Baillères “la erradicación de la pobreza debe ser la prioridad de la política pública”.

Raúl García Reimbert escribió las siguientes palabras:

“No es fácil tener la responsabilidad de crear y conservar miles de empleos, no es fácil multiplicar los beneficios en las comunidades donde se opera; no es fácil comprometerse con la educación superior y con decenas de jóvenes becados, en el ITAM; eso se basa y se construye en algo que se resume en la frase acuñada por don Alberto Baillères: ‘Nuestro querido México”.

Simon Sinek acierta cuando argumenta que “los grandes líderes están dispuestos a sacrificar los números para salvar a su gente. Los pobres líderes sacrifican a la gente para salvar sus números.”

Don Alberto Baillères, como señala José Barba, es “un hombre parco en palabras y amplio en construcciones y logros… [que] responsablemente ha querido hacer crecer a los demás.”

Decía Hegel que ‘nada grande se lleva a cabo en la vida sin una gran pasión’. A sus ochenta años, Don Alberto Baillères –un hombre de familia, muy apegado a su mujer, Teresa Gual, y a sus hijos y nietos– no presenta visos de querer jubilarse pronto. Es un líder de espíritu joven, un capitán de empresas e instituciones avezado, un nacionalista comprometido. Es, en el más estricto sentido de la palabra, un hombre apasionado para la creación.

Qué bueno que el Senado entregue esta presea a Don Alberto Baillères, porque también es un reconocimiento a que los emprendedores y las empresas exitosas son los motores fundamentales de la prosperidad de una nación, y que éstos no son enemigos, sino aliados estratégicos para el cumplimiento de las metas nacionales.

Señoras y señores,

Vivimos en una revolución global con fuerzas dinámicas que no tienen parangón. No es casualidad que urbes exitosas tengan eslogans como este: “Berlín en movimiento, el que se detiene se pierde”.

Hace tres años, –en esta misma Casona de Xicoténcatl– el Doctor Jaime Labastida expresó: “algo empieza a cambiar en nuestra nación, gloso lo que dice Shakespeare en Hamlet -no todo está podrido en el Estado de Dinamarca-.”

México es un país en movimiento, somos la 13ava. economía mundial, hemos crecido más que el promedio de países de la OCDE, somos el 10° país con mayor inversión extranjera directa, se disminuyó la pobreza extrema y creció el empleo formal, tenemos mínimos históricos de inflación, contamos con inversiones y producciones récord en industrias como la automotriz y electrónica. Somos más competitivos y tenemos un mejor clima de negocios.

No me malinterpreten, es claro que nuestro país aún tiene dolores muy profundos como la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la inseguridad y la corrupción, pero también es claro que somos una generación, parafraseando a Mario Benedetti, que “no se queda inmóvil al borde del camino y no se llena de calma”.

Somos una generación decidida, plural y optimista, que no administra la coyuntura, sino que transforma con acciones contundentes, la realidad que vivimos.

Así, a partir de diagnósticos certeros, un liderazgo sólido, acuerdos y reformas concretas- esta generación ha dicho sí y está decidida a transformar a nuestro país. El diálogo y la concertación entre todas las fuerzas políticas, ha dado frutos.

Porque México está en movimiento, seamos francos. Nuestro país no es el mismo. Hace tres años, era inimaginable pensar que nuestra clase política rompiera viejos yugos y le otorgara nuevamente al Estado la rectoría de la educación.

Estamos decididos a que la educación pública sea de calidad, que forme seres humanos integrales, que potencialicen su talento y creatividad.

Seamos francos, mientras que la mayoría de los países hace décadas hicieron modificaciones trascendentes a sus marcos regulatorios de energía, México no despuntaba. Era inimaginable lo que se logró: romper paradigmas y apostarle a la productividad. Estamos decididos a convertir a México en líder mundial en energía para dinamizar nuestro crecimiento.

Seamos francos, hoy nuestro país va en serio con esquemas de competencia económica que mejoren la calidad y precios de los productos y servicios y beneficien al consumidor. Estamos decididos a que la competencia sea una palanca de prosperidad y freno efectivo a las prácticas antimonopólicas y anticompetitivas.

Seamos francos, no titubeamos al fortalecer las finanzas del Estado que estaban ubicadas en los sótanos de recaudación en el Mundo. Estamos decididos a fortalecer los ingresos del Estado para cubrir las enormes necesidades que tiene nuestro país, con un federalismo fiscal equitativo y distributivo.

Seamos francos, México lucha por perfeccionar su democracia día a día. Son realidades el fortalecimiento permanente de nuestras instituciones electorales, el empoderamiento de las mujeres en la política y las candidaturas independientes. Además, tenemos poderes públicos trabajando en plena autonomía. Cada uno cumpliendo con su responsabilidad política. Estamos decididos a seguir consolidando nuestra democracia en pluralidad.

Seamos francos, México avanza en el rumbo de un menor desequilibrio regional generando una política diferenciada a través de las Zonas Económicas Especiales. Estamos decididos en que el Sur de México crezca y así tengamos un país equitativo y próspero.

En suma, las reformas estructurales impulsadas con visión por el Ejecutivo Federal y aprobadas en el Congreso de la Unión, han sentado nuevas bases para el desarrollo sostenido e incluyente, así como para acabar con la pobreza y la desigualdad que tanto nos lastiman.

Concluyo señoras y señores,

Es tiempo de redoblar el paso en la transformación de México. Ahora más que nunca requerimos el esfuerzo supremo de todos; de una ‘revolución de emprendedores’ que innoven y aporten en todas las áreas de la República. Es tiempo de pensar de forma creativa, comunicar y trabajar en equipo, ser flexibles y adaptarse con rapidez.

Nos convoca Don Alberto Baillères:

“No se trata de aspiraciones infundadas, creo firmemente que es posible, otras naciones lo han conseguido y además tenemos las condiciones para lograrlo, contamos con una población joven que tiene la creatividad y un gran espíritu emprendedor”.

Así pues, cierro con un pensamiento de Don Belisario Domínguez:

“¿Qué nos toca hacer? ¡Trabajar, mexicanos! ¡A la obra! ¡A la obra todos, con entusiasmo y fe! México debe ser muy grande, muy rico y muy feliz, y lo será si cada uno de sus hijos sabe hacer respetar sus derechos, y cumplir con sus obligaciones. ¡Viva México!”.

Muchas gracias.

---000---
Â