Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

* Versión de la intervención de la senadora Gabriela Cuevas Barron, durante la Conferencia sobre “La reunificación de Alemania y las consecuencias para el sistema internacional”

Quisiera en primer lugar darles la bienvenida a todos y a todas la bienvenida a este Senado de la República; esta es su casa y creo que hoy hacemos un ejercicio una vez más de cómo el Senado de la República en México es un hogar para los países y los parlamentos del mundo.

Excelentísimo embajador Viktor Elbling, embajador de la República federal de Alemania en México, muchas gracias por confiar en nosotros, por organizar este evento juntos.

Distinguido Volker RPuhe, ex ministro de Defensa de Alemania y ex presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Alemán, muchas gracias por estar hoy con nosotros. No sólo nos puede dar un testimonio como lo ha hecho sino también como ex parlamentario.

Excelentísima embajadora Maryse Bossière, embajadora de la República Francesa en México; excelentísima embajadora Beata Wojna, embajadora de República de Polonia en México; a mi querido amigo y colega, el senador Rabindrath Salazar, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores Europa.

Embajadores y embajadoras que nos han acompañado; amigos y amigas, me da mucho gusto que hoy podamos tener esta oportunidad para reflexionar sobre qué significa este 25 aniversario de la reunificación alemana y cómo ha repercutido en los distintos países. Y como bien se ha dicho aquí no es solamente la reunificación alemana sino la reunificación europea; me parece que esta reflexión es muy interesante, sobre todo porque lo vemos desde otro continente.

No dudo en calificar la reunificación alemana como uno de los procesos definitorios de nuestro cambio de época, uno de los hechos que marcaron el paso del siglo XX al siglo XXI y que transformó de manera contundente el orden internacional que había emanado de la Segunda Guerra Mundial.

El resurgimiento de Alemania como país unificado el 3 de octubre de 1990, fue una de las circunstancias más azarosas y al mismo tiempo más deseadas de la era moderna. Quizá la mayor contribución de la caída del Muro de Berlín fue la de enterrar la lógica de un mundo dividido en bloques, y pasar de una integración económica a la construcción de un verdadero proyecto europeo a escala continental, inscribiéndolo en la lógica de un mundo globalizado.

Desde América Latina, los silenciosos cambios que se llevaron a cabo en los países socialistas, a lo largo de los años 80 del siglo pasado, hacían prever un giro gradual en los modelos políticos y económicos de aquellas naciones, gobernadas mayoritariamente por las así llamadas democracias populares.

A la distancia, era difícil pensar que un cambio de esta naturaleza se llevaría a cabo de la forma y con la velocidad con la que se consiguió la reunificación alemana. De manera particular, en México hubo quienes previeron que las renovaciones tendrían lugar primero en la Unión Soviética, donde ya para 1987 el régimen del presidente Gorbachov había introducido una serie de cambios políticos en búsqueda de una mayor integración con Europa.

Incluso, algunos previeron que un proceso de esta naturaleza no podía llevarse a cabo de forma pacífica. Y, la gran lección que nos deja Alemania, es que incluso una transformación de esta naturaleza, una que conlleva renuncias de posiciones aparentemente irreductibles, pueden siempre ser superadas cuando existe una decencia en la política, reflejada en mujeres y hombres que saben que pueden ser hombres y mujeres de Estado.

En efecto, si algo nos enseña la reunificación alemana es que las decisiones de Estado no son aquellas basadas en los costos políticos del momento, ni en índices de popularidad, sino en visiones de futuro que pueden trascender los cálculos mezquinos de un momento determinado.

La Guerra Fría no concluyó haciendo realidad la amenaza nuclear, que durante tantos años fue la amenaza permanente que acechó a los pueblos del mundo, acabó con picos y palas que derrumbaron muros de cemento. Fueron más efectivas las armas más rudimentarias que las más costosas y avanzadas tecnologías militares.

El desplome del Muro de Berlín fue una de las grandes gestas civiles de los tiempos modernos, una toma de la Bastilla en pleno siglo XX, que puso de manifiesto el impulso integrador de una sociedad dispuesta a recuperar el tiempo perdido desde hacía más de medio siglo. Y aquí sin duda es muy importante recalcar el valor de la sociedad, por un lado sí el de la sociedad alemana, pero también el de la sociedad europea; sociedades de la reconstrucción y de la solidaridad. Sin estos dos valores, sin estos dos principios, sería imposible entender el éxito de la reunificación alemana.

Y bueno, en México cómo lo vivimos, que era la pregunta que nos hacíamos hace un momento. La reunificación alemana fue percibida en México como una especie de gran laboratorio de la integración de dos sistemas que habían permanecido enfrentados. Dos sistemas políticos, económicos, de organización social, de valores y horizontes culturales contrapuestos que vivían, bien pensadas las cosas, épocas históricas distintas pero que en ese momento emprendieron la gran aventura de hacer lo posible por mitigar sus desigualdades, de empatar sus alternancias, y de hacer complementarias sus fortalezas.

En México, el inicio de la reunificación alemana también fue reconocida como una gran lección de libertad. No es gratuito que Octavio Paz, nuestro premio Nobel de Literatura, y que además fue embajador de nuestro país, a menos de un año después de la entrada en vigor del tratado de reunificación alemana, en septiembre de 1991, organizara con sus colegas de la revista Vuelta un memorable encuentro internacional titulado precisamente “La experiencia de la libertad”.

Ese encuentro reunió a cerca de 50 grandes escritores, filósofos, historiadores y pensadores políticos de más de 10 nacionalidades, la mayoría de países que protagonizaban momentos de transición hacia la democracia en distintos niveles.

Fue un momento insólito para México, pues durante una semana se debatieron temas que, en apariencia, estaban muy lejos de nuestra cotidianidad, pero que en realidad nos tocaban de una manera sumamente profunda.

Llama la atención que todos estos temas tenían que ver con una de nuestras principales tareas pendientes de aquellos días: si pensamos y nos ponemos en ese México de septiembre de 1991, nuestra tarea era muy clara, cómo lograr una transición democrática dentro de un sistema político hegemonizado por un solo partido.

México no escapó de su geografía: de una lado Cuba y del otro lado Estados Unidos, teníamos una muestra de los dos sistemas dominantes durante décadas y esto no fue ajeno a nuestro país. México por un lado tuvo una etapa muy cercana a la izquierda, donde incluso también recibimos refugiados rusos y tuvo también una etapa a la narrativa estadounidense y se estuvo moviendo nuestro país mucho en estos dos sentidos. Insisto, no podemos escapar a nuestra geografía y realmente nuestra historia en los años 80 es muy efervescente y nos lleva también a esta coyuntura, a esta coincidencia con Alemania y con Europa.

En 1985 México vivimos en nuestro país el sismo más fuerte del que se tuvo registro por lo menos a nivel de tragedia y fue un resurgimiento, bueno más bien un surgimiento de la sociedad civil; fue la primera vez donde la sociedad civil se abre camino y donde empieza a haber distintas voces ante una tragedia. México descubre su sociedad civil, descubre la importancia de la solidaridad.

Después, en 1988 tuvimos una elección presidencial que hasta ese entonces parecía la más competida y la más polémica. Fue una elección que además nos dejó muchas lecciones porque la izquierda en distintos partidos, y aquí seguramente el senador Rabindranath tendrá mucho más que decir al respecto, la izquierda tuvo un papel fundamental y fue quien quedó precisamente en segundo lugar en esta elección.

Pero si lo vemos esto en 88, para 1991 México ya empezaba a negociar el Tratado de Libre Comercio con América del Norte. ¿Qué pasó en este tiempo? Bueno, no puede explicarse de otra forma estos cambios en México si no es con la reunificación alemana y el cambio de paradigmas que se dio en Europa incluso a nivel mundial.
Para nuestro país, una de las enseñanzas inmediatas de la reunificación alemana fue que México podía y debía cambiar. No sólo debía modificar su modelo económico y buscar integrarse en un mercado común regional, pues no olvidemos que los primeros años de la reunificación alemana, insisto, coinciden con el momento en el que México se preparaba para estructurar un Tratado de Libre Comercio con América del Norte, y también, muy importante si tránsito hacia la alternancia democrática.

El ejemplo alemán nos dio una deslumbrante lección de cómo en paz y en pleno ejercicio de libertades políticas, podían cambiarse estructuras que parecían estar destinadas a durar interminablemente. Éste es un mensaje vigente al día de hoy.

La reunificación alemana sigue dando lecciones que pueden y deben ser escuchadas en muchas partes del mundo, porque existen aún lugares en el mundo en donde se considera más importante la defensa a ultranza de una posición, dejando la conquista de la libertad inacabada. Porque no hay libertad en donde sólo exista una visión que busca imponerse a los demás a cualquier costo, es imposible pensar en libertad.

En este sentido, la lección de la reunificación de Alemania es también la evidencia de que puede lograrse la unidad en la diversidad. Y en un mundo que busca globalizarse a toda velocidad, ésta es una lección de primera necesidad. En efecto, la globalización no es mala, al contrario, la tendencia a globalizarnos es buena, nos une, nos genera mayores puentes de diálogo, lo que puede ser malo es el modo de hacerlo. Si una globalización pretende igualar a todo, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo, iría precisamente en contra de esa voluntad.

Si la globalización une como un poliedro donde están todos unidos pero cada uno conserva su propia identidad es buena y hace crecer a los pueblos y da dignidad a todos los hombres y les otorga derechos.

Quiero también señalar que la reunificación de Alemania permitió a este país recuperar un lugar en el mundo. Y sobre esto, quiero detenerme en la posición que tiene Alemania en México, como resultado de esta reunificación. En efecto, en este último cuarto de siglo la relación bilateral México-Alemania se ha transformado vertiginosamente, por ejemplo, la importancia que tienen en nuestro país las más de mil 300 empresas con capital alemán establecidas en México, que generan en conjunto 120 mil empleos y una actividad productiva que representa cerca del 7 por ciento de nuestro Producto Interno Bruto.

México y Alemania son socios estratégicos, mantienen un diálogo político permanente mediante consultas mutuas y a través de su común participación en foros multilaterales. En los años recientes, el número de visitas bilaterales a nivel diplomático se ha intensificado notablemente, pues llevamos más de 150 intercambios de este tipo entre 2010 y 2015, sin contar los innumerables encuentros empresariales, financieros y comerciales que nutren nuestra agenda bilateral.

En este rubro, no puedo dejar de mencionar el estimable crecimiento de la diplomacia parlamentaria como un agente para el diálogo político, posibilitado mediante el continuo intercambio de visitas de legisladores y grupos de amistad parlamentaria entre ambos países.
También, la diplomacia parlamentaria tiene mucho que decir en este respecto. Es mucho lo que México y Alemania tenemos que aprender y yo hago votos por que sigamos trabajando en los temas que tantas coincidencias nos han generado. Insisto, en estos casos puede ser no sólo Alemania sino todo Europa. Los temas del cambio climático, los temas ahora que sin duda tenemos mucho que aprender en la formación dual; también –y hay que decirlo—en el creciente trabajo que debemos hacer por nuestros jóvenes y por nuestras pequeñas empresas que requieren tener mejor accesos a fuentes de financiamiento como bien lo ha logrado hacer Europa.

Una de las características cruciales de la relación entre México y Alemania es la fascinación mutua que nos une. La disciplina, la perseverancia, la racionalidad y la eficiencia características de la cultura alemana, encuentran su complemento y equilibrio en rasgos fundamentales de nuestra cultura y tradiciones, como la creatividad, la capacidad inventiva, la calidez humana y la imbatibilidad ante situaciones críticas.

Desde la reunificación alemana el número de académicos, artistas, científicos, especialistas en tecnología y técnica mexicanos que vive y trabaja en Alemania ha crecido exponencialmente. Después de España, Alemania es el país europeo donde viven más mexicanos: cálculos extraoficiales cuantifican a cerca de 15 mil compatriotas residiendo en diversas ciudades alemanas hoy en día.

La comunidad de artistas plásticos mexicanos más importante en Europa vive y trabaja ahora en territorio alemán, especialmente en Berlín. De haber sido estigmatizado durante largo tiempo como una fortaleza infranqueable, el alemán se ha convertido ahora en una de las lenguas extranjeras preferidas y más estudiadas en México, sobre todo por quienes cursan o han concluido carreras técnicas o ingenierías.

Como resultado, a punto de cumplir 60 años en nuestro país, el Instituto Goethe de México alcanzará este último trimestre la cifra record de más de cinco mil estudiantes inscritos en un año y ya ahora su número de estudiantes representa el 60 por ciento de los estudiantes de alemán en todos los institutos Goethe de América del Norte, que incluye a ciudades tan importantes como Washington, Chicago, Boston y Toronto.

No quiero dejar de mencionar, dentro de los cientos de casos que ejemplifican la excelencia de la diáspora mexicana en Alemania, el caso del doctor Raúl Rojas González.

El doctor Rojas González, nombrado en 2014 “Catedrático Universitario del Año” por la Asociación de Facultades Universitarias de Alemania, simboliza con su trayectoria el tipo de cuadros de muy alta calificación que México puede enriquecer a la academia, la ciencia y la industria alemana y mexicana, con sus investigaciones y resultados.

Señoras, señores: arribamos a los 25 años de la reunificación alemana enfrentando los complejísimos retos que le imponen al equilibrio global una época de conflictos regionales, grandes migraciones, desplazamientos forzados y severos problemas de seguridad nacional e internacional. Estamos frente a desafíos que nos demandan adoptar procesos como la reunificación alemana para que nos sirvan como ejemplo del formidable coraje civil y político.

A pocos meses de que dé inicio el año dual México-Alemania, previsto en su comienzo para mayo del próximo año, tengo la seguridad de que nuestros países seguirán fascinándose y descubriendo nuevos campos de cooperación para construir una agenda común aún más rica y productiva de la que, por fortuna, hoy compartimos.

Que perdure la unidad alemana. Que se consolide y perdure la Unión Europea así como la asociación estratégica entre países y entre regiones.

Muchas gracias a todos por su participación; que sea éste el primero de muchos eventos en el Senado.

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