SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Muy buenos días tengan todos ustedes, bienvenidos al Senado de la República.
Saludo a las y los señores senadores, a la senadora Laura Angélica Rojas Hernández, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores organismos Internacionales del Senado de la República.
Al senador Alejandro Encinas, integrantes de la Comisión.
A los señores embajadores, subsecretarios, representantes de la Cancillería.
A los estudiantes, funcionarios, bienvenidos todos a este recinto.
Este es uno de los ejercicios más importantes que se hacen habitualmente en nuestro Senado, el ejercicio de revisar y discutir, de plantear la agenda internacional, no solamente para preparar las posiciones del Senado de la República, la agenda legislativa, sino también para actualizarnos sobre los debates y sobre las discusiones en torno a la política exterior mexicana.
Y este observatorio tiene como propósito bordar en una pregunta central: ¿qué papel queremos que México juegue en el concierto internacional?
Queremos que México defienda su imagen para atraer inversión, generar empleos, fomentar el turismo, fomentar nuestra enorme riqueza cultural y natural o queremos, además de estos importantísimos objetivos, que México juegue un rol más activo en las prioridades de las relaciones internacionales.
Hace unos años se nos comparaba con algunas naciones emergentes de la región. Se decía incluso que habíamos perdido terreno frente a ellos.
Se decía también que una nueva estrella en el hemisferio había surgido en el horizonte y que habíamos perdido protagonismo y desaprovechado nuestro potencial, que México pasaría a ser una nación marginal en las voces internacionales.
Hoy muchas de esas naciones están viviendo dificultades, no solamente en términos económicos, sino también muchas de ellas en términos de estabilidad política.
México ha logrado mantenerse a salvo de esas convulsiones internas y esa es nuestra mayor fortaleza para poder ver a los ojos a nuestros pares en el mundo.
Nuestras fortalezas internas, la democracia, las libertades, la pluralidad, la estabilidad económica, la apertura de mercados, el desarrollo lento pero importante de nuestras instituciones, son nuestro principal argumento para asumir una posición cada vez más relevante en el concierto internacional, en los espacios bilaterales, pero sobre todo en las arenas multilaterales.
Nuestra acción exterior, nuestra política exterior no puede quedar reducida al silencio o al aislamiento. Construir un liderazgo regional y global implica costos, pero también implica riesgos, tanto para enfrentar a los defensores del status quo, como para encontrar fórmulas inteligentes y persuasivas de influencia en las relaciones internacionales.
Debemos usar y maximizar las nuevas trincheras de la diplomacia desde las redes sociales hasta la seducción del poder suave. México debe plantear soluciones alternativas que hacen falta. México puede proponerlas, puede enarbolarlas, puede convocarlas y también México puede liderarlas.
México vive en democracia y por tanto puede plantear parámetros democráticos para la resolución de controversias internacionales. Para alentar cambios políticos o para evitar retrocesos autoritarios en las naciones hermanas.
México es una economía abierta y por tanto puede insistir en la necesitar de quitar barreras al libre comercio. México está enfrentando con decisión al crimen organizado y por tanto puede exigir la responsabilidad de los vecinos y de los no vecinos en la contención de quienes lastiman nuestra convivencia con su violencia; puede exigir soluciones más novedosas y más vanguardistas.
Tenemos una historia qué compartir y un espacio qué ocupar en los procesos de paz donde ha habido violencia, como en Colombia, en el deshielo de la relación entre Estados Unidos y Cuba, en el histórico acuerdo de Paris sobre el cambio climático, porque hemos estado antes en esos procesos, porque tenemos intereses en esos procesos y porque somos y debemos ser una voz con autoridad en esos procesos.
Pero México también reconoce sus pendientes, asume su responsabilidad en las tareas rezagadas y por eso también puede plantear que el resto de los países hagan en el tema de la desigualdad, de la marginación, de la migración y del refugio, su parte, en esos márgenes de vida, en donde la humanidad, la ética y la responsabilidad nos deben dar siempre codazos en las costillas para actuar.
Somos un país de derechos y libertades consagrados en la ley, con instituciones para protegerlas, que puede pedir que se reconozcan esos derechos y libertades a cualquier ser humano con independencia de dónde haya nacido y dónde se sitúe en ese momento, porque ninguna persona debe carecer de una nación que los reconozca y los defienda aunque no hayan nacido en estas fronteras.
México debe predicar con el ejemplo en materia migratoria, pero aún cuando nuestros pasos internos sean insuficientes para dar solución a la migración que hospedamos, para dar alternativa a la migración que expulsamos, no nos podemos quedar callados frente al discurso que se asoma del otro lado de nuestra frontera, que criminaliza a los migrantes y vulnera su dignidad.
Tenemos enormes desafíos internos. Nuestra respuesta a esos desafíos internos no es, no debe ser nunca nuestra pasividad frente a los desafíos que tenemos fuera.
Debemos trabajar internamente para resolverlos, insistir en que muchos de ellos requieren soluciones institucionales de largo plazo y que incluso son desafíos que requieren la concurrencia de otros; que muchos de esos problemas trascienden nuestras posibilidades y limitaciones para resolverlos.
En algunas cosas podemos y debemos predicar con el ejemplo, sí, y en otras tenemos que hacerlo desde la esperanza y sobre todo desde la decisión de atenderlos.
Quedarnos callados anula nuestra participación y nuestra responsabilidad. En el reconocimiento de los problemas globales también empieza el momento para enfrentarlos. Reconozcamos que en muchos de esos retos somos copartícipes, no solamente políticos sino también desde la perspectiva ética.
La voz de México debe ser una voz que sacuda no solamente dentro de nuestro país, sino en el concierto internacional. México es y debe ser un líder indiscutible en el mundo; debemos ser protagonistas de un tiempo lleno de retos y desafíos.
Por mucho tiempo nos hemos caracterizados por ser la voz que humaniza los fenómenos mundiales. Ese debe ser el papel que México debe jugar en el concierto internacional.
Y esas son las reflexiones que el Senado de la República debe hacer cada vez que se enfrenta a un problema de política exterior y cada vez que decide actuar.
El Senado de la República no solamente concurrirá con el Ejecutivo Federal para atender estos problemas, sino también pondrá toda su inventiva, toda su innovación y su atención política en hacer de México un líder indiscutible en el concierto internacional.
Por su atención, muchísimas gracias, muy buenos días.
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