Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Versión estenográfica del mensaje del senador Roberto Gil Zuarth, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, durante la clausura del Quinto Foro sobre Uso de la Marihuana organizado por la Secretaría de Gobernación.

SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Licenciado Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, le agradezco en lo personal la invitación recibida para participar en la clausura de estos importantes foros convocados por el Poder Ejecutivo en relación con la marihuana.

 

Saludo con afecto al diputado Jesús Zambrano Grijalva, presidente de la Cámara de Diputados; al jefe de gobierno de la Ciudad de México, licenciado Miguel Mancera; al doctor José Narro Robles, secretario de Salud; a la doctora Mónica González Contró, abogada general de la Universidad Nacional; a académicos, investigadores, miembros de la sociedad civil organizada, servidores públicos, muy buenas tardes tengan todos ustedes.

 

Durante los últimos años hemos hablado mucho y a la vez tan poco sobre las drogas. Nuestra conversación pública se ha centrado en la política de contención a la oferta y en los inhibidores a la demanda, pero hemos conversado muy poco sobre la eficacia y rentabilidad social de esa política; muy poco sobre la pertinencia de utilizar el derecho penal como control a la disposición de drogas y como disuasivo al consumo.

 

Y es que extrañamente hemos dado cosas por sentado, que todas las drogas causan el mismo daño a la salud, que la política criminal es la única vía para desalentar el consumo, que modificar la aproximación regulatoria significaría inevitablemente inducir al crecimiento exponencial de las adicciones, sobre todo entre los jóvenes y porque lo hemos dado por sentado, hemos dejado de discutir si tienen sentido esas premisas.

 

El debate sobre la evidencia científica en torno al daño potencial de los distintos tipos de sustancias y en concreto del daño que causa a la salud la cannabis, la marihuana, se abrió en la investigación académica, no se abrió desde las instituciones del poder público.


La discusión sobre la eficacia de la política prohibicionista se puso en duda con los cambios regulatorios en otros países con respecto a la marihuana, sobre todo en Estados Unidos y después con lo que ahora parece inevitable: el fin del concepto global punitivista en Naciones Unidas.

 

Los usos terapéuticos sentaron a nuestra conversación cuando supimos de la enfermedad de la niña Grace, cuando sus padres nos dijeron que un medicamento a base de cannabis sirve para reducir la frecuencia e intensidad de sus ataques epilépticos.

 

La reflexión sobre la proporcionalidad constitucionalidad de las prohibiciones a la disposición de dosis para consumo personal, llegó de la mano de una sentencia de la Suprema Corte de Justicia que concedió a un grupo de personas un amparo, bajo el argumento de que no era razonable desde la perspectiva de la libertad individual y del desarrollo libre de la personalidad.


Hemos hablado durante mucho tiempo y con mucha fuerza de coacción, de cárceles, de estrategia contra el narco y muy poco sobre derechos humanos, responsabilidad individual, salud, inductores y efectos del mercado negro y otras formas de convivir con el hecho del consumo de las drogas.

 

Pero por fortuna el debate, la discusión ya está en marcha. Lo que está pasando en el mundo, las distintas iniciativas que se han presentado, las acciones jurídicas que se han promovido, las resoluciones de los tribunales, las decisiones administrativas, estos foros, las audiencias públicas a las que convocó el Congreso de la Unión, son la prueba plástica, no sólo de que el debate en vigente y sobre todo necesario, sino también que la comprensión del problema se está moviendo hacia otros enfoques.

 

Por eso no podemos conformarnos con memorias o conclusiones, tenemos que decidir, hacer política para cambiar lo que no funciona, para resolver lo que está provocando males mayores.

 

Debemos empezar por recoger lo que hoy sabemos.

 

La amenaza de castigar con prisión al comercio, no ha servido al propósito de disminuir el consumo de drogas. Al contrario: el consumo ha crecido en los últimos años.

 

No todas las substancias generan el mismo daño a la salud. El cannabis es la droga más popular en México y en el mundo. Es decir, significa una parte muy importante del mercado agregado de drogas.

 

La marihuana, si bien no es una substancia inofensiva, la adicción que provoca y el daño que causa, según evidencia disponible, es relativamente baja con respecto a otras, incluyendo substancias legales como el alcohol o el tabaco.

 

No hay una correlación positiva, clara y contundente probada entre el consumo de marihuana y el consumo simultáneo o sucesivo de otras drogas o de otras substancias más dañinas.

 

Los cannabinoides, en general, tenemos evidencia que lo sugiere, tienen propiedades medicinales y terapéuticas.

 

Estos elementos, entre otros, justifican un tratamiento regulatorio distinto para la marihuana.

 

Un modelo que responda eficazmente a dos objetivos: reducir el mercado negro y la descriminalización efectiva –subrayo efectiva– de los consumidores.

 

La política prohibicionista ha generado un jugoso mercado negro en manos del crimen organizado.

 

El valor del mercado negro asciende a 140 billones de dólares anualmente en el mundo.

 

El valor de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos asciende a 40 billones de dólares anuales.

 

Representa el 40 por ciento de los ingresos de las bandas criminales en nuestro país.

 

Por eso se disputan rutas y plazas, pero al mismo tiempo esos ingresos derivados del mercado negro es la fuente de financiamiento en términos de capacidad instalada, hombres, armamento, poder corruptor, para que esas bandas criminales hagan otro tipo de delitos.

 

El mercado negro implica riesgos a la convivencia. Es sinónimo de violencia, significa riesgos a la salud de los consumidores por la interacción con criminales y la deficiente calidad de las substancias que consumen.

 

Facilita también a los jóvenes el acceso a las drogas porque sin duda es más fácil conseguir dosis en la clandestinidad que en algún sistema regulado de suministro.

 

El mercado negro es consecuencia directa del sistema de prohibiciones a la producción, al comercio y por supuesto al consumo.

 

En la medida en la que no se distingan y separen mercados en función del daño potencial de las substancias, el mercado negro será cada vez más grande, cada vez más apetitoso para los criminales, cada vez más dañino para la sociedad.

 

Nos repetimos incansablemente que en nuestro país no se persiga a los consumidores, pero nos estamos auto engañando.

 

Sí, en efecto, conforme a la ley consumir no es delito, pero todas las actividades que son necesarias para consumir sí lo son.

 

Un dato: entre 2006 y 2014, el 73 por ciento de las detenciones por delitos relacionados con las drogas a nivel federal, se asociaron a posesión y consumo. Muchas de ellas acabaron en un ejercicio de la acción penal, pero hubo una interacción entre la autoridad y un consumidor.

 

Y es que efectivamente la ley dice que una persona puede consumir, pero para poder consumir debe necesariamente sumergirse en el mercado negro.

 

Debe interactuar con un delincuente para obtener una dosis. Ese delincuente seguramente le va a ofrecer otra substancia más adictiva con el propósito de que ese consumidor regrese a comprarla.

 

Al salir del intercambio clandestino, correrá el riesgo de ser detenido y muy probablemente extorsionado por alguna autoridad.

 

Mientras no arreglemos el problema del suministro, de la oferta, los consumidores seguirán siendo criminalizados en la modalidad de portadores.

 

Mientras no exista una forma lícita y controlada de abastecimiento, el mercado negro se mantendrá intocado, y mientras siga siendo mercado negro todo lo que pase a su alrededor estará penado.

 

Se dice también que una solución es aumentar los umbrales. El sistema de umbrales vigente, el sistema de umbrales de portación no es funcional para hacer valer la supuesta libertad de consumo.

 

Los gramajes permitidos actualmente están muy lejos de las dinámicas reales de comercio. Nadie va al mercado negro y regresa del mercado negro una y otra vez, por dosis menores de cinco gramos. Eso simplemente es irracional.

 

Aun cuando una persona se encuentre en el supuesto de portación para consumo, es decir, dentro del umbral previsto por la ley, será detenido, presentado ante el Ministerio Público, se le iniciará una averiguación previa, no se le ejercerá la acción penal, pero ya habrá tenido y enfrentado la tentación de muchos, de extorsionarlo o vejarlo.

 

De nueva cuenta: de nada sirve subir los umbrales a 10, 15, 28 gramos, si de cualquier manera el consumidor debe ir al mercado negro para consumir. Si queremos reducir el mercado negro y que a nadie se le persiga penalmente por consumir, no queda más que encontrar una forma, un mecanismo para resolver la cuestión del suministro.

 

Construir una alternativa regulatoria para la marihuana no es sinónimo de una legalización indiscriminada de las drogas. Nadie propuso en las audiencias públicas del Congreso, y me imagino que tampoco en estos foros, que para adquirir marihuana exista un mercado con fines de lucro; nadie ha planteado que se pueda adquirir marihuana en una tienda o crear una industria rentable con publicidad, para empresas o agentes económicos.

 

Buscamos simplemente que el mercado negro sea más pequeño y menos dañino para la sociedad. Que ningún consumidor pase sus días entre las rejas. Que un enfermo pueda beneficiarse de un remedio médico terapéutico y que los no consumidores dejemos de pagar las consecuencias económicas y sociales que generan los consumidores; porque la política prohibicionista es, a fin de cuentas, una forma de transferir el costo del consumo a los no consumidores.

 

Con nuestros impuestos sostenemos un enorme aparato Estatal para perseguir comerciantes y consumidores; policías, ministerios públicos, jueces, prisiones para evitar por la fuerza que no consuman; riesgos, violencia, organizaciones criminales que gravitan en torno al mercado negro que se crea, precisamente, por el consumo prohibido.

 

Ese dinero estará mejor invertido en informar a los jóvenes, alentar la responsabilidad individual en encontrar alternativas para que cada uno pueda dejar voluntariamente un determinado hábito de consumo. El dinero estará mejor invertido persiguiendo el secuestro, el robo, la extorsión o la trata de personas.

 

La pluralidad se ha expresado en ideas y propuestas, hay iniciativas para permitir la importación de medicamentos, aumentar los gramajes, hasta un modelo integral de regulación que sustituya el mercado negro por un sistema de suministro bajo control público, bajo control del Estado.

 

Sin lugar a dudas, cualquier paso en la dirección correcta será importante y muy valioso. Pero la realidad nos exige pasos audaces, no limitarnos a la importación de medicamentos, sino generar patentes y aplicaciones mexicanas a través de la experimentación científica y terapéutica para facilitar el acceso; pero sobre todo para abaratar los costos del tratamiento.

 

Buscar una alternativa productiva para los campesinos, que hoy están bajo el yugo de los criminales; para que puedan a través de un sistema regulado, surtir a la industria farmacéutica o terapéutica.

 

Permitir que una persona pueda cultivar una planta en su casa u organizarse con otros para autoaprovisionamiento, en volúmenes controlados y con mecanismos de información y detección de consumo problemático.

 

En síntesis, quitarles a los delincuentes el poder sobre nuestras vidas y nuestra convivencia, arrebatándoles de tajo el mercado que los hace ricos y que también los hace violentos.

 

Una nueva conversación sobre la cuestión de drogas se ha abierto en el mundo y en México. Pongamos la conversación en los cómos, sin apasionamientos, ideologías excluyentes, sin la intención de imponer a otros un determinado modelo de vida.

 

Estar a favor o en contra no significa ser bueno o malo, liberal o conservador, progresista o moderno; no significa más que tener una convicción y traducirla en un razonamiento que pueda transitar a la convicción de otro. Ahí está el desafío de nuestra creatividad institucional; también la prueba de nuestra habilidad política para encontrar soluciones, pero sobre todo, el reto de nuestra voluntad colectiva para encontrar una mejor forma de asociarnos como comunidad.

 

Por su atención, muchas gracias.

Calendario

Septiembre 2025
Lu Ma Mi Ju Vi Sa Do
1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30 1 2 3 4 5