Versión estenográfica del mensaje del senador Roberto Gil Zuarth, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, durante la entrega de la “Propuesta de los derechos de la Naturaleza en la Constitución de la Ciudad de México”
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Muy buenas tardes, sean ustedes bienvenidos al Senado de la República.
Quiero empezar ofreciéndoles una sincera disculpa por el retraso, por razones de encomienda tuve que asistir a las exequias de un compañero que ha fallecido su esposa, don Emilio Gamboa, y de regreso ustedes saben cómo está la ciudad y les anticipo que va a ser difícil salir del Senado de la República, porque sin lugar a dudas ha sido muy difícil entrar.
Quiero agradecer la oportunidad de platicar con ustedes, saludar a mi amigo Benjamín González Roaro, mandarle a través de su conducto un saludo y nuestra felicitación a César Daniel, por la fortuna de no tenerlo el día de hoy porque no se puede llamar de otra manera, una alegre circunstancia que hoy ha provocado que esté ausente, pero asumo que está presente por el trabajo que ha venido desempeñando a lo largo del tiempo, por la convocatoria, por incluso este espacio para poder reflexionar juntos sobre un tema crucial que no se circunscribe únicamente a la temática habitual del medio ambiente, sino a una comprensión del ser humano frente a la naturaleza, que es una idea mucho más profunda desde el punto de vista filosófico pero también desde el punto de vista político y de política pública.
Creemos habitualmente que basta con entendernos o entender al medio ambiente como un conjunto de recursos escasos y que la política pública debe encargarse fundamentalmente a administrar esa escasez a través de mecanismos de remediación del propio avance del desarrollo científico, tecnológico, de nuestra propia idea del progreso que hemos instalado prácticamente en los últimos dos siglos.
Esta idea del progreso en la cual el desarrollo científico, tecnológico, la capacidad creadora del ser humano permitiría resolver todos nuestros problemas que pudiéramos resolver: la desigualdad, el acceso a la salud, la posibilidad de incluso apropiarnos de ciertos recursos, de también ser sustituidos por robots y en buena medida también aspirar a ser inmortales.
Y creo que la propia idea del progreso debe ser revisada, y debe ser revisada a la luz de lo que está pasando en el mundo.
El cambio climático nos ha obligado a revisar los consensos políticos a partir del cual hemos interactuado con la naturaleza.
Y esos consensos políticos se han surgido afortunadamente, se han despertado a partir de una conciencia mucho más intensa de las sociedades sobre lo que significa la naturaleza y lo que debe hacerse para preservar la propia naturaleza.
Durante mucho tiempo se pensó que la generación viva podía disponer de manera prácticamente arbitraria y sin límites de la naturaleza.
Y de alguna manera la conciencia sobre las generaciones por venir de las que no han nacido, las que estarán después que nosotros, de preservarles la posibilidad de subsistir, de crecer, de vivir con dignidad, en felicidad, viendo los mismos paisajes que nosotros podemos vivir, teniendo acceso al agua, al medioambiente limpio, al aire.
Esas, esas conciencias han despertado una nueva conversación sobre lo que significa la naturaleza y sobre lo que tiene que hacer la política y las instituciones de la política para salvaguardar, para salvaguardar precisamente la biósfera, para salvaguardar, insisto, la naturaleza y el medio ambiente.
Saludo la presencia, las palabras de Francisco Ayala, de la maestra Ruge, de Carlos Gómez, de la abuelita Tonalmintl, buen amigo y destacado académico Jorge Islas, que ha dejado muy clara cuál es la posición, la propuesta normativa e institucional.
Y aquí quisiera hacer un breve comentario sobre lo que significa el Constituyente de la Ciudad de México:
Hemos escuchado en distintos momentos en el Foro que no se ve, por lo menos no se siente en la percepción, en el diálogo público, con claridad cuáles son los fines de la Constitución de la Ciudad de México.
Y se dice que hay un Artículo 122 de la Constitución, que prácticamente lo resuelve todo, un conjunto de leyes generales que le dan la estructura institucional a la Ciudad de México, una suerte de norma, la Constitución de la Ciudad de México, que está supeditada a lo que establece la Constitución y a nuestro propio sistema de fuentes.
Para qué sirve en consecuencia una Constitución y para qué nos planteamos ciertos temas, ciertas propuestas, ciertos contenidos si será una norma subordinada a otra norma y lo que no esté en nuestra Constitución o en los Tratados Internacionales, difícilmente, o lo que ya esté, difícilmente puede ser alterado por la Constitución de la Ciudad de México.
En parte ese argumento tiene cierto sentido: es prácticamente un repaso de lo que significa nuestra estructura jurídica y la relación de jerarquía que tienen las normas.
Pero una Constitución como la norma que define los principios de la organización política, tiene también una función simbólica, una función constructora de realidades, una función de crear un nuevo lenguaje, una nueva narrativa a partir del cual una sociedad, por muy pequeña o muy grande que sea, va a interactuar entre sí.
Y el constitucionalismo histórico, esta idea de crear una norma que fuese el punto final de una pirámide normativa, tenía como propósito resolver las relaciones entre el individuo y el Estado. Qué derechos tiene el individuo frente al Estado; qué deberes tiene el Estado frente al individuo y, en buena medida también cómo interactúan los individuos entre sí.
Lo que hoy estamos escuchando es una propuesta de abrir una nueva conversación, pero también un nuevo entendimiento sobre el constitucionalismo.
Que la norma mayor de una comunidad política, la que crea y define quiénes pertenecen a una comunidad política, cómo se organiza esa comunidad política, cómo se desarrolla esa comunidad política, cuáles son sus objetivos de esa comunidad política, una conversación sobre trascender a esa visión de que la Constitución únicamente norma las interacciones entre individuos, entre el Estado y el individuo, o bien entre una propia sociedad y nos plantean una idea de constitucionalismo que también se preocupe por la interacción del individuo, del Estado y de la sociedad con la naturaleza.
Y creo que la dimensión de política pública, la dimensión institucional, pero sobre todo la dimensión simbólica de esa conversación constitucional a partir de un contenido, es de la mayor relevancia, porque no solamente tiene como propósito establecer un contenido en la Constitución de la Ciudad de México, una frase, un enunciado, sino crear una conciencia -como lo decía el doctor Islas- normativa, institucional, política, pero sobre todo una conciencia moral de las obligaciones que tenemos los individuos, la generación presente frente a la naturaleza para hacer preservar precisamente su función vital y su propia condición necesaria y suficiente para que una sociedad pueda salir adelante.
Y es ahí donde yo veo la enorme vitalidad de esta conversación.
Y, por supuesto, a nombre de quienes formamos parte del constituyente en la Ciudad de México por la vía de la designación senatorial, que no es otra cosa que la búsqueda de equilibrios políticos para que la conversación sobre esa norma que define la organización política de la Ciudad de México sea comprensiva y sea completa.
Quienes participamos en esta vía de designación en la Constitución y en el constituyente de la Ciudad de México, nos comprometemos a que lo que está en el ámbito de la sociedad, lo que son propuestas de la sociedad, lo que significan preocupaciones pero también conciencias que se han ido gestando a lo largo del tiempo a partir de distintos momentos de interacción y de reconocimiento de problemáticas, pero también de principios y de valores que deben articular nuestra convivencia social.
Precisamente por la importancia de eso, nos sentimos con el deber de representar esas causas en la función que tendremos a partir del próximo 15 de septiembre cuando se instale formalmente la Asamblea Constituyente.
De tal suerte que además de agradecerles esta oportunidad de escucharlos y de recibir formalmente el documento, pedirles que estemos cerca en las discusiones venideras.
Pedir que podamos mantenernos en contacto, que podamos construir una narrativa de principios y valores que a final de cuentas se reflejen en la Constitución de la Ciudad de México, porque en esta dimensión simbólica de una Constitución lo más importante es que una sociedad acuerde cuáles son los valores esenciales que van a definir la vida en lo común y ya no solamente la vida entre individuos sino en la vida de los individuos con la propia naturaleza.
Por su atención y por acompañarnos este día, repitiéndoles de nueva cuenta, reiterándoles de nueva cuenta mi disculpa, muchísimas gracias a todos.
Y estaremos si me lo permiten, si nos lo permiten, en permanente contacto frente a los trabajos de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México.
Muchísimas gracias.