Senado de la República

COORDINACIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL

* Versión de la intervención del senador Francisco Búrquez Valenzuela en la inauguración del Urban Thinkers Campus México rumbo al Hábitat III

Muy buenos días, es un gusto estar con todos ustedes esta mañana y saludo a los coorganizadores de este evento, pues a Erik Vittrup, que es el alma de este proyecto de Urban Thinkers, representando a ONU Hábitat; también a Pablo Aguilar, como presidente del Colegio Nacional de Jurisprudencia; también pues a Ana Lilia Herrera, presidenta de Parlamentarios por el Hábitat y es la que desde el Congreso en nuestro país de ambas cámaras pues liderea este proyecto tan interesante.

¿Qué queremos lograr con Hábitat III?, yo digo: promover modelos urbanos capaces de enfrentar los retos de la vida en las ciudades del siglo XXI, y vaya que están cambiando la vida en nuestras ciudades, movidos por la tecnología, el cambio social y personal es increíble.

El problema es que la mayoría de los influenciadores de política pública que nos sentamos en estas mesas vivimos o hemos vivido directa o indirectamente de los presupuestos públicos, por lo que tenemos una gran inversión profesional y emocional en el viejo modelo urbano, que hoy se encuentra todavía vigente.

Tenemos que reconocer el rotundo fracaso de los modelos urbanos de la segunda mitad del siglo XX, bueno, mientras nos reconozcamos esto no vamos a plantear lo que se requiere para el futuro, y vemos que todos los nuevos modelos se están reinventando, se están reconstruyendo, se están replanteando para resolver todo tipo de necesidades en la vida, lo urbano no puede ser la diferencia.

El gran error del modelo urbano aún vigente es darle la rectoría del desarrollo urbano al gobierno, a costa de las libertades de los habitantes.

En este modelo no sabemos cómo incorporar a los habitantes y hacemos esfuerzos grandes por ver si les damos voz a través de reuniones, de participación, pero no los hemos involucrado en lo que verdaderamente importa, tener capacidad en las decisiones del rumbo de sus ciudades.

Yo no sé qué nos pasó, pero hace 100 y hace 500 años sí sabíamos construir ciudades; por ello, no podemos seguir tratando de corregir un modelo o modelos cuyos fundamentos están equivocados, sino que debemos desarrollar nuevos modelos de acuerdo con las nuevas realidades.

Hoy vivimos en una época donde los presupuestos públicos han crecido como nunca, y sin embargo el descontento de la gente con sus autoridades se encuentra por los suelos, y se los dice un político.

Nunca antes habíamos tenido tantos derechos en papel, sin embargo, vemos un gobierno cada vez menos capaz de atender sus responsabilidades básicas como la seguridad y la justicia. ¿Será que no nos estamos haciendo acompañar de los habitantes, de los ciudadanos para enfrentar estos retos?

Nunca antes habíamos tenido tantas regulaciones urbanas y del financiamiento social, y nunca habíamos estado tan mal en nuestras ciudades, muestra de ello es el incremento artificial de los costos de la vivienda para la economía formal --como aquí en la Ciudad de México, prácticamente la gente de menores ingresos es expulsada, no puede vivir en esta ciudad y tiene que vivir a tres o cuatro horas de donde trabaja--, así como la tragedia de expulsar por exceso de regulaciones a la mitad de las familias mexicanas a vivir en asentamientos irregulares, suministrados por el mercado negro, un mercado mucho más grande que el de las drogas.

Quisiera hacer un paréntesis para expresar algunas preocupaciones que tengo sobre las tendencias actuales de la planeación urbana en el escenario internacional, que se refleja en documentos como la Carta del Derecho a la Ciudad, sobre todo hoy que estamos en este foro Rumbo legal hacia Hábitat III.

El estatismo ha fracasado en términos prácticos, sociales y económicos. Esta carta que, con las mejores intenciones de ayudar a las personas más vulnerables, termina, y digo yo ingenuamente, dando más poder al gobierno, y marginando a los ciudadanos.

El ciudadano debe ser el protagonista de las ciudades, no el gobierno. Es el ciudadano el mejor juez de las condiciones en las que quiere y puede vivir, no el gobierno. No se puede hablar de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales si éstos violan los derechos individuales o, en todo caso, la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Esta carta mancha de ideología política algo que debería de ser puro urbanismo. ¿Quién decide el interés social, cultural y ambiental?: el gobierno. Esto le da un peligroso e irresponsable poder a los gobernantes para violar los derechos individuales.

Esta carta viola los derechos individuales en favor de los derechos de aquellos que los gobernantes elijan.

Bueno, terminado el paréntesis por esa mortificación que tengo, pues menciono qué está sucediendo a nuestro alrededor.

Los modelos del siglo XXI que están transformando la vida de las personas y de las organizaciones para resolver sus necesidades son sistemas abiertos, descentralizados, de colaboración voluntaria y de autogestión individual y, por lo tanto, tienen una gran flexibilidad para adaptarse a la diversidad humana y al acelerado cambio de nuestro entorno, contrario a los modelos del siglo pasado: centralizados, de control jerárquico, impuestos mediante regulaciones que masifican al ser humano al construir soluciones únicas desde la burocracia del poder gubernamental.

Ejemplos: pues los hay todos los días en todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, y lo más jóvenes saben mejor. Con esta visión podemos ver a una empresa como Apple, las de los dispositivos, cómo multiplica su creatividad mediante una plataforma digital abierta, integrando a una comunidad de más de 200 mil colaboradores externos con gran autonomía de gestión que proveen aplicaciones móviles para satisfacer necesidades de usuarios muy diversos, en lugar de pensar en soluciones centralizadas, como si todos los usuarios fueran idénticos.

También podemos ver a Wikipedia, cómo con 80 mil usuarios voluntarios trabajan para formar los contenidos de la enciclopedia del siglo XXI, sin necesidad de expertos, con una gran flexibilidad para adaptarse al nuevo conocimiento, que está cambiando aceleradamente, día con día, y corregir a gran velocidad errores que se cometen.

Y qué decir de la economía colaborativa, share economy, como Airbnb, Ebay, Amazon, hotel.com, en donde se destaca la autogestión y autorregulación por parte de los usuarios, obteniendo mucho más éxito y seguridad que con las regulaciones gubernamentales, bueno, tenemos éste y miles de nuevos ejemplos de cómo se pueden solucionar las cosas mucho más, integrando a los propios usuarios, a los habitantes.

El modelo urbano imperante, el que muchos desde las esferas oficiales seguimos impulsando hoy en día, va en contra de todas estas tendencias en el mundo que empoderan al ciudadano como usuario, como productor, como habitante.

Debemos innovar con un modelo de ciudad en donde todas las personas sean protagonistas al crear sus propias soluciones de acuerdo con sus posibilidades, gustos y preferencias al vivir e invertir en las ciudades, contando con un gobierno que los acompañe, no que les imponga.

Para ello propongo que definamos un rol mucho más sencillo, pero más efectivo, más profundo, para el gobierno, el proporcionar el esqueleto de arterias viales de uso compartido, así como los equipamientos primarios conformadores de barrio, para garantizar la accesibilidad de todas las personas a los servicios, así como la conservación de áreas de escurrimientos pluviales y ambientales para mitigar riesgos.

Este principal fundamento para la construcción de nuestras ciudades, que es el espacio público, ha sido abandonado por nuestros gobiernos y necesitamos que el gobierno vuelva a retomar este camino, es muy, muy importante, lo más importante para definir la calidad de vida en las ciudades: el espacio público, que hoy no tiene quien lo lleve.

De la misma manera, propongo definir una plataforma abierta a la autogestión de los ciudadanos, no digo cómo, hay que pensar en las áreas edificables de sus ciudades, que definan tan sólo las reglas indispensables para la seguridad de los habitantes, pero que permitan que los ciudadanos puedan influir, no con voz y con palabras, sino con la toma de sus acciones.

Sobre el financiamiento para la infraestructura de nuestras ciudades, yo quiero decirles que no habrá dinero público que alcance, especialmente ahora que la mayor parte de los gobiernos han agotado la capacidad de recaudación fiscal, o sea, esta posibilidad se ha llevado al tope, poniendo incluso en muchas ocasiones en situación seria el crecimiento económico.

Y después pues los gobiernos ha llegado a niveles inimaginables de endeudamiento, entonces también esta alternativa que no es sustentable se ha agotado, pero tenemos un gran aliado: la gran capacidad de nuestras ciudades de generar valor en plusvalía, por lo que debemos pensar en modelos de autofinanciamiento, en donde verdaderamente la infraestructura la paguen los propios habitantes, es totalmente autofinanciable, pero ¿qué pasa?: si el predial, que es la aportación para la construcción y mantenimiento de la infraestructura se va de su colonia, de su barrio, y se va a engrosar los presupuestos públicos y se gasta en gasto corriente, pues la gente no quiere y no cree en esas aportaciones, que son las aportaciones para el mantenimiento de la cosa común.

Esto lo digo como ejemplo; o infraestructuras que se llevan a cabo en las ciudades que luego no se cobran a los beneficiarios de esas inversiones, entonces tenemos una gran oportunidad, pero tenemos que cambiar la fórmula.

Esto resultaría, por último, en usos mixtos para la cercanía a todos los servicios, ciudades más compactas y densas, vivienda formal y a menores costos, movilidad peatonal y diversidad e inclusión social y, por último, una ciudad construida por sus habitantes y no por nosotros los políticos.

Entonces tenemos dos opciones: o seguimos tratando de corregir un sistema obsoleto, con parches, o nos adaptamos a las realidades del siglo XII e innovamos y creamos nuevas fórmulas para que nuestras ciudades verdaderamente brinden calidad de vida.

Muchas gracias.